¿PARA
QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?
“¿Esto de estudiar filosofía en el colegio, de
verdad tiene una utilidad más allá de las calificaciones?”, “Quizá deberíamos
aprender otros aspectos que nos serán más útiles en el día de mañana y que nos
ayuden a labrarnos un exitoso futuro laboral.”, o “La filosofía sólo sirve para
engordar el expediente”, son ejemplos de comentarios que se oyen prácticamente
cada día al pasear por las aulas de los estudiantes de Bachillerato.
Está claro que si sólo se estudia para obtener las
notas más altas del curso, es bien cierto que su utilidad es bastante limitada,
pero, ¿y si intentáramos ir más allá de los supuestos que plantearon los
filósofos? Comprenderlos, rumiarlos durante días, moldearlos y estrujarnos el
seso para, finalmente aplicarlos a nuestra vida.
Sobre todo en la adolescencia, creemos saberlo todo;
no hay nada que no escape a nuestra mente, nadie puede cambiar nuestra opinión
sobre nada, nos sentimos imparables y superiores. Y un día leemos algo que nos
cambia completamente. Es sobre un tema sobre el cual teníamos unas férreas
opiniones, que se han derrumbado ante nuestros ojos. La filosofía hace esto
posible. A través de ella conocemos qué era lo que pensaban otras personas
sobre temas que siguen estando muy presentes en nuestras vidas, a pesar de que haya
un inmenso período de tiempo entre nosotros y Sócrates o Platón. Tenemos la
oportunidad de contemplar nuestro mundo desde multitud de puntos de vista, que
pueden ser totalmente opuestos al nuestro. Puede incluso que nos guste esa
nueva forma de ver lo que nos rodea más que la que habíamos tenido siempre.
Porque esta es la base de la filosofía: de una sola
pregunta surgen millones de respuestas, que dependerán del entorno de la
persona que las propone. Y llegan hasta nosotros. Suelen darnos mucho en que
pensar. Por esto, también sería acertado afirmar que su estudio favorece en
gran medida a la inteligencia, al forzarnos a emplear nuestra razón a fondo, y
a utilizar nuestra imaginación para comprender qué le llevó a un determinado
filósofo a pensar de esa manera.
Sin duda, una de las más destacadas consecuencias
que tiene la filosofía es la reflexión. Y es una de las mejores cualidades del
ser humano. Aislarse de todo lo que le rodea, adentrándose en lo más profundo
de su ser, y descubrir el increíble abanico de posibilidades que eso nos
ofrece. Resulta impactante darse cuenta de que, en el fondo, la clave para todo
ha estado siempre con nosotros, tan arrebujada en nuestro interior que no es
hasta que vamos en su busca cuando hace acto de presencia.
Es entonces cuando nos encontramos con nuestros
valores más humanos. Vemos que esas preguntas que se planteaban los filósofos
también se encuentran dentro de nosotros, y que siempre han estado ahí. Sentimos
la necesidad de darles la respuesta que reclaman. Y seguimos reflexionando,
cada vez más profundamente. Cada vez hay más preguntas. Tratamos de buscarle un
sentido a nuestra existencia, descubrir qué nos espera después de esta vida,
qué se oculta tras lo que vemos. Experimentamos una imperiosa necesidad de acabar
con las preguntas y comenzar a responder. Y una vez más, la filosofía acude a
nuestra llamada.
En la actualidad, tenemos la suerte de contar con un
vasto pasado en lo que respecta a la historia y a la filosofía. Existe una gran
cantidad de pensadores en los que apoyarnos a la hora de formular nuestras
propias respuestas. Porque, como sucede desde el principio de los tiempos,
todos somos distintos y, aunque nos planteemos las mismas dudas, siempre
reaccionaremos de formas distintas. Pero para que nuestros razonamientos sean
más sólidos debemos examinar nuestros problemas desde todos los puntos de vista
posibles. En este momento recurrimos a la extensa variedad de personas que
antes que nosotros, también sintieron la necesidad de llevar a cabo esta tarea.
Habrá muchos con los que no estaremos de acuerdo, y otros que nos convenzan con
sus buenos argumentos, de que tienen razón. Pero debemos conocerlos a todos.
Sin embargo, la filosofía no se utiliza
exclusivamente para aclarar las dudas de nuestro interior. Podemos, por
ejemplo, aplicarla al campo de la Historia mundial; al conocer la filosofía que
dominaba en la época, llegamos a sus miedos, deseos y creencias, y por lo tanto
nos resultará más sencillo asimilar por qué obraron de tal manera, o por qué
tenían cierto estilo de vida. Si averiguamos en qué consistía esta filosofía
superior, es probable que sus estructuras sociales y todo lo que ello implica,
ya no nos parezcan tan disparatadas en ese contexto.
También podemos aplicar la filosofía a las distintas
religiones que han querido siempre ver el mundo desde otra perspectiva,
totalmente diferente a la de la gente de a pie, un punto de vista elevado y
divino (o varios). La filosofía podría explicar esto como la necesidad que
siente el hombre de la existencia de un ser o seres superiores. Aunque claro,
cada filósofo tendrá sus propias ideas acerca de este tema. Y, como suele
ocurrir cada vez que nos adentramos en el campo de la filosofía, es muy probable que nuestra opinión sobre un
tema tan polémico como es la religión, sobre todo en la actualidad, cambie
radicalmente, o se mantenga fija, pero con nuevos y mejores argumentos en su
defensa.
Sabiendo todo esto, estamos más cerca de creer que,
efectivamente la filosofía es necesaria para la humanidad. Nos obliga a
reflexionar y replantearnos innumerables veces todo en lo que creemos, nos
aporta una gran dosis de cultura, y nos ayuda a entender a otras personas,
aunque vivieran miles de años antes que nosotros. Pero, aun siendo plenamente conscientes
de todo esto, puede que continuemos pensando que, aunque es muy importante, y
el mundo sería distinto sin ella, podemos correr el riesgo de eliminarla, y
vivir sin ella.
Pero, ¿cómo sería un mundo sin filosofía?,
¿afectaría a mi vida? Como bien dijo Isaac Asimov, “en un mundo donde no se
filosofa, no hay seres humanos”. Somos seres racionales, y como tal tenemos una
imperiosa necesidad de pensar, razonar y reflexionar sobre la vida, la cual
tenemos que saciar, y qué mejor manera que intentando resolver las grandes
dudas que acosan al hombre desde su primer día en este mundo. Si nos extirparan
esa posibilidad de utilizar nuestro raciocinio, acabaríamos por perderlo, y
viviríamos como los animales, sin inquietudes más allá de encontrar alimento y
cobijo, buscando cualquier manera para sobrevivir un día más, sin plantearnos
para qué. La vida perdería sentido; nos convertiríamos en cuerpos errantes,
vacíos de sentimientos, de metas, de sueños, de ideas. Día tras día poniendo
todo nuestro empeño en sobrevivir, para tener un día más de vida sin vivir. Y
al fin morir, echar la mirada atrás y comprobar que efectivamente hemos pasado
cada día de nuestra vida intentando pasar al siguiente, cada día igual,
hundidos en la monotonía y en la pasividad, arrastrando con nosotros la pesada
carga de nuestra insensatez.
Así que, como conclusión, yo pondría la mano en el
fuego por la filosofía, antes que vivir un solo día sin ella. No solemos darnos
cuenta, pero estamos constantemente haciendo uso de ella, tenemos unos ideales
y pensamos y actuamos de acuerdo a ellos. Eso también es filosofía, y todos
somos filósofos, a pesar de que no escribamos obras y tratados sobre las
grandes preguntas de la humanidad, porque, como humanos que somos, tanto las
preguntas como las respuestas están dentro de nosotros. Algunas personas las
han sacado a la luz, y otras no, pero nunca debemos olvidar que siempre va a
haber algo en nuestro interior que nos empuja a la reflexión y a la
interioridad, aunque no solemos hacer
caso. Pero lo que sí es seguro es que, cuando decidamos adentrarnos en nosotros
mismos, la filosofía estará ahí para cogernos la mano y guiarnos a través de
las sombras de nuestro interior, hacia la luz.